No se va, es la vida que la lleva...
Cruzando mares, montañas, desiertos, selvas y aguas de color turquesa, empezó a entrenar sus alas. Al igual que su fraterno Caribe, se descubrió entre las olas y las palmeras. Aprendió a domar con música al ejército de orugas que llevaba en su interior cada vez que cruzaba la puerta y dejaba. Cada vez que dejaba, para volver a comenzar. La peregrina quería acostumbrarse a llegar y marcharse. A estar con ella, a soltar, a fluir, simplemente a ser. Descifraba cómo salir sin huir, cómo volar sin caer, cómo desatar todo lo que ataba, cómo evitar el agridulce de la emoción-ansiedad, de los nervios-miedo. Querer irse y quedarse a la vez era su mayor hobby, a estar sin estar. Llevaba tatuado en el alma un tricolor 💛💙❤️ pero siempre supo que ese no era su hogar, que el hogar se compone de más.
Le gusta ser una alquimista de sueños, los crea y recrea a la vez. Su espíritu impulsivo no lo piensa 2 veces, es liviano como una pluma, se deja llevar por el viento 💨. Y es que si la entendieran, sabrían que ella nunca se va, es que la vida la lleva. Me pregunto si ¿el universo sabra que el corazón es su piloto? El amor siempre fue su directriz así ella ni lo imaginará. El amor al otro, al mundo, a los sueños, a los nuevos comienzos. En esta vez no era la excepción. El corazón una vez más decidiría el tiempo y el espacio, el rumbo y la dirección de la brújula.
Almas imanes y cómplices, caminantes del mundo se encontraron y en un afán por quererle darle fin a los kilómetros construyeron un puente intercontinental, uno más fuerte que cualquier material. El amor el amor como plan de vida. Tuvieron que amarse a ellos mismos y en soledad, para conocerse, descifrarse. Esperaron pacientemente con calma y constancia y les llegó el turno de estar y de entregarse a la odisea del azar, a seguir el latido del corazón, al riesgo de ser, a la rebeldía de ser, a la osadía de soñar en tiempos de capitalizar, a la aventura de amar... se atrevieron a ser felices sin más.
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