El mundo de los sueños 🌬
- Pau Velandia
- 4 mar 2019
- 4 Min. de lectura

Cuando era niña, mi tío movía una antena en un televisor cuadrado viejo para poder tener señal de canales internacionales de la parabólica que le robabamos a los vecinos (gracias a las manos mágicas de él que arreglan y construyen lo que le pongan, es albañil, a mucho honor) y todo lo hacíamos para poder ver las competencias de patinaje artístico sobre hielo.
Yo abría mis ojotes cafés, que brillaban de la emoción, señalaba el televisor y le decía muy entusiasmada:
-yo quiero hacer eso, ¡llévame a ese lugar!
Él me respondía, con un tono de esperanza, casi nula:
-De pronto algún día, cuando podamos conocer la nieve, eso no se puede hacer aquí, solo en países que están muy lejos y son muy fríos en navidad, toca viajar y tener mucho dinero para llegar allá Pao, pero podemos practicar en el pasto, yo tengo unos patines que me dio un señor rico al que le pintó la casa.
Yo le respondía, con la frescura de una niña de 6 años que piensa en todo menos en dinero:
-Bueno, entonces cuando sea grande voy a ser patinadora artística sobre hielo, te voy a invitar a que me veas, ¡pero tienes que aplaudir fuerte!

Pasaron los años y me fui olvidando de ese sueño y otros, como: estudiar lenguas modernas, viajar y ayudar a los niños pobres. Quizás porque crecí y empecé a dejar de creer en los sueños y empecé a cuantificar todo en términos económicos, quizás la sociedad me decía que tenía que ser abogada para ser exitosa, quizás porque en la carencia económica y las dificultades matrimoniales de mis padres jamás tuve unos patines y nunca aprendí a patinar, quizás porque tuve que cuidar a mi hermana desde los 8 años.
A ciencia cierta, no sé qué pasó en el camino que me hizo olvidar algunos sueños... Hoy, estaba poniéndome los patines, cerré los ojos un instante, los abrí y lo corroboré, estaba pasando, era real, 4 sueños en 1.
Un niño pelirrojo de 10 años me pregunta:
-Est-ce tu première fois? Savez-tu comment patiner? (¿Es tu primera vez? ¿Sabes patinar?)
Y ahí estaba yo, respondiendo en francés mientras patinaba sobre hielo y le digo: - Es mi tercera vez, aún me caigo.
Él se ríe y me responde: -c'es normal.

Luego, una nenita de trenzas largas, ojos verdes y piel negra, me abraza la pierna y sin hablar, con su mirada me da a entender que le ayude a patinar, porque no sabe. Y mientras la tomo de su mano, que es la mitad de la mía, sus padres la saludan, sonríen y nos aplauden cuando logramos patinar, desde afuera de la pista.
Me doy cuenta que es una niña adoptada, pues sus padres son rubios de ojos azules, o mejor, azules cristalinos, por las lágrimas en sus ojos de la emoción de ver a su hija sonreír.
Me entra la nostalgia y mientras patino sobre ese hielo de colores, también a mi se me aguan los ojos. Se vienen recuerdos a mi mente y me cuestiono mil cosas a la vez. ¿Cómo y por qué llegué a esos países fríos lejanos al mío? ¿Cómo diablos es que entiendo 7 idiomas? ¿De verdad, no me estoy cayendo de culo mientras patino? ¿Soy yo la que estoy enseñando? ¿Dónde está la Paula que le daba miedo todo? ¿Será que esta niña es Africana? ¿Será que ella también soñaba con esto antes de llegar acá?

Aún recuerdo cuando empecé, con miedo de cruzar la puerta de casa, con miedo de decir “hello” o culaquier palabra en otro idioma, sin saber cómo pararme en la pista -aplica para hacer autostop y patinar-. Pero también recordé, todos los empujositos que me dieron y las manos que se extendieron en el camino para ayudarme a cumplir mis sueños, todos los patrocinadores de sueños que me inyectaron dinero para mi ruta, solo porque vieron mis ojos cafés abrirse y brillar de la emoción y creyeron en la magia de mi sueño. Todos los que celebraron conmigo cada palabra que pronunciaba bien, me sonreían y aplaudían. Todos los que como El Niño pelirrojo, me dijeron: “es normal caerse las primeras veces, lo importante es saberse levantar, no les pongas cuidado si se ríen, tu concéntrate en mantener el equilibrio”. Así que, ahora era yo la mano y la billetera que sostenía a otros. Acababa de pagar la entrada a la pista de hielo a la amiga de Melanie, al darme cuenta que miraba los precios de los waffles con Nutella, contaba sus monedas en una mesa y las organizaba en grupitos de 1 euro en una cajita de galletas de navidad que llevaba en su bolsillo.
Y comprendí que así funcionaba el mundo de los sueños. La llave de entrada era un código secreto que pocos podían transmitir, una sonrisa y unos ojos brillantes grandes. Y los porteros de la entrada a ese mundo eran unos corazones grandes, que apoyaban e impulsaban desde el silencio, porque sabían que ese mundo no estaba hecho para todos, solo para los valientes.
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